Nuestro objetivo es coronar el Camorro de Castañar que está a 1150 metros de altura sobre el nivel del mar. Partimos de la plaza de Castañar, que está sobre los 700. Por lo tanto subiremos casi 500 metros en unos cinco kilómetros.
La ruta escogida para la subida es la mas fácil; está divididas en dos tramos de igual distancia pero de distinto perfil, siendo el segundo un poco menos empinado que el primero, cuando queramos darnos cuenta estaremos en lo mas alto
Cogemos el camino que va a los Castaños Calabazas e iniciamos la subida entre huertos a vera del arroyo y el gigantesco castañar que se desarrolla en la falda del Camorro. Según estación tendrá una pinta u otra, siempre enigmático, sorprendente y espectacular.
Dos kilómetros y medio de subida constante, el camino ayuda mucho y sólo al final notas la cuesta en las piernas. Si vamos atentos no pasaremos por alto algunos ejemplares que tienen algunas centenas sobre sus troncos, también de los muchos regalos que la naturaleza nos va enseñando en el camino: setas, castañas, frutos silvestres, flores, huellas de animales…
Es conveniente hacer pequeñas paradas para tomar aire, al tiempo que miramos a nuestro alrededor. Cuando llegamos al Postuero estamos sobre la cota 900, el tramo mas duro ha pasado y aunque queda la mitad de subida, ésta será un poco mas cómoda.
Tenemos que coger el camino de la derecha, que pasa junto a una majada de cabras que a lo mejor tiene inquilinos. En la última parte del tramo anterior y en esta primera parte de este, el recorrido transcurre por un precioso bosque de robles que en algunas zonas se muestra formando rebollares y en otras a modo de dehesa mas o menos domesticada.
Enseguida nos empiezan a llamar a atención una serie de presillas en el arroyo. Para sujetar pequeñas cantidades de agua con destino incierto, pues el suelo no tiene señas de haber sido cultivado, la mucha pendiente y la altura del terreno dificultarían mucho las faenas agrícolas.
Recuerdo unas cinco o seis presas; tienen una factura muy similar y están totalmente colmatadas de sedimentos. Por encima de los mil metros de altura la frondosidad del bosque remite y solo en los pliegues mas recogidos se desarrolla una vida abundante, en el resto de la montaña, donde los ricos lo permiten encinas, brezos y jaras rellenan de verde las tierras con portes bajos o casi raquíticos.
El camino empieza a zigzaguear para ir encarando el penúltimo escalón. Parece que fue abierto para acceder a la montaña en caso de incendio, las máquinas han removido las piedras y eso a puesto al descubierto una de las mas maravillosas colecciones de fósiles que ser humano pueda contemplar.
El Camorro es un monte mítico en la cultura local; los jóvenes mantienen viva la tradición de subir una vez al año y en todos está la sensación de que la montaña es muy especial. Y la verdad es que es bien distinta a cuantas se forman entre las cuarcitas de las Villuercas.
Las cuarcitas aquí son prácticamente blancas, algunas de un blanco nuclear y una consistencia que parecen casi cuarzos, encontramos un pequeño trozo que se encontraba mas cerca del mármol que de cualquier otra cristalización posible. Las piedras que han sido movidas enseñan las caras que han estado ocultas en la tierra y estas tienen un color ocre muy rojizo y muy vivo. El caso es que por la cara a o por la cara b en la práctica totalidad de cuantas observemos habrá una huella fósil grabada en ella. Así se van sucediendo unas otras en el último tramo de la subida que coincide con el confín del término de Castañar por el sur, es la linde con la hermana Navalvillar de Ibor.
Puedes volver tus pasos o rodear el Camorro por la cara contraria y así tienes otra cara del monte.